El diario El Tiempo publicó el día 23 de enero del año en curso en la sección de salud un artículo titulado “La parálisis del sueño, un fenómeno que no tiene nada de paranormal”. Su texto puede leerse aquí. El contenido de la publicación, para explicar el porqué de esa situación, cita las opiniones de varios especialistas. Entre ellos, el neurólogo y médico del sueño Miguel Dávila manifiesta que la causa de este fenómeno, además de pánico, “puede ser señal de otros trastornos mayores, de altas cargas de estrés y preocupaciones….”

El doctor Franklin Escobar, psiquiatra experto en sueño, por su parte, agrega que la experiencia de la denominada parálisis del sueño “se puede acompañar de alucinaciones de tipo visual o auditivo, asociadas culturalmente a fenómenos paranormales”.

El fenómeno en cuestión, como bien lo describe el articulista al comienzo de su escrito, se presenta cuando el sujeto del episodio siente el deseo de levantarse de la cama y no puede porque su cuerpo está paralizado. Quiere hablar o gritar y no articula palabra alguna en su garganta. Una sensación de opresión en el pecho le impide respirar y el pánico lo invade inmediatamente. Algunas veces, es cierto, puede ver figuras espectrales a su alrededor o contempla su propio cuerpo inmóvil en la cama.

Este tema lo traté hace más de cuatro años en un post que titulé “¿Pesadilla o experiencia espiritual extrema?”. En él explico, desde mi perspectiva y experiencia, las causas de ese fenómeno. Hoy vuelvo sobre el tema a propósito del artículo en mención porque quiero destacar algunos aspectos en los cuales existe una evidente coincidencia entre mi punto de vista y las opiniones de los científicos y otros en los que la diferencia es ostensible.

En primer lugar, es indiscutible que una de las causas de la citada experiencia es el estrés que vive la persona que la siente. He explicado que bajo esas circunstancias es prácticamente imposible conciliar el sueño de una manera normal y por esa razón el espíritu “sale” del cuerpo porque no soporta la carga de tensión que lo invade. Una vez afuera, en esas condiciones extremas, ese espíritu maneja un grado de conciencia que le permite percibir lo que acontece con el sujeto al que pertenece y lo que pasa a su alrededor en el plano o dimensión espiritual. Por eso el “durmiente” cree que está despierto y trata de moverse pero no puede. Trata de hablar y tampoco lo consigue. También siente que le falta el aire. Sin el espíritu dentro del cuerpo nada de eso se puede hacer.

En segundo término, al permanecer en ese plano, el espíritu percibe la presencia de otros espíritus. No son alucinaciones. De eso tengo pleno convencimiento. Sin embargo, debo reconocer que dentro de los límites de la razón y de la ciencia es necesario encontrar una explicación y esa es la que esgrimen los expertos. Pero tampoco hay que hablar de brujas ni de cosas parecidas. Para mí la dualidad cuerpo y espíritu expresa la totalidad del ser humano y es una realidad cuya explicación no requiere de argumentos que la presenten como un “misterio”. El término “paranormal” tampoco me gusta pero comprendo que es el calificativo generalmente aceptado para justificar la ocurrencia de fenómenos que no tienen una explicación acorde con los términos de la ciencia.

En todo caso, sea que se acepte la explicación de los científicos o que se reconozca que se trata de una experiencia de carácter espiritual, las conclusiones para evitar que sucedan esta clase de episodios son básicamente las mismas. La más importante es evitar o manejar el estrés cuando llega a altos niveles. Para eso es necesario revisar y modificar la actitud que se asume cuando se enfrentan problemas o situaciones difíciles. Por ejemplo, hay personas que no comparten con su pareja preocupaciones o contrariedades que las agobian y amenazan con desembocar en una dificultad mayor. El temor a que la otra persona se entere de lo que está ocurriendo a sus espaldas las martiriza todo el tiempo y así, para ellas, es imposible ir a la cama en paz para dormir con tranquilidad. El peso que llevan por dentro llega a un punto en que es insoportable. Por eso es mejor hablar siempre con la verdad. Ocultar los problemas o manejar una doble vida no es un hábito saludable ni recomendable.

Quienes creen en Dios tienen, además, un elemento importante para calmar el espíritu: la oración. La comunicación con el Creador es fundamental para saber que se cuenta con su apoyo y protección para resolver los escollos que la vida diaria presenta en diferentes aspectos. Hay que pedirle, antes de dormir, que envíe en los sueños de esa noche el mensaje que cada quien necesita para tomar las decisiones acertadas que su vida requiere.

CANDY DELGADO

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