El título de esta entrada plasma el itinerario que recorre la mezcla de sentimientos y emociones que se apodera de algunas personas cuando viven cierto tipo de experiencias que las llevan, de algún modo, al límite de la cordura. Un caso de esta índole lo conocí al interpretar los sueños de un hombre joven que me consultó. Estaba desesperado por ciertos sueños recurrentes que lo atormentaban en los días previos. El significado de tales sueños puso de presente el drama en el que se había convertido su vida. Voy a referirme en los renglones siguientes no a los sueños que me narró, sino a los hechos que los causaron. Creo que pueden ser un ejemplo de lo que no se debe hacer para manejar un conflicto, en este caso uno de carácter conyugal.

Me contaba el joven en referencia que, ante una serie de desavenencias con su esposa, había decidido tomar distancia de ella y marcharse de su casa. Consideró en ese momento que era la mejor alternativa para evitar la guerra verbal permanente que existía entre ambos. El remedio surtió efecto a medias porque la señora, siendo una mujer celosa al extremo, interpretó su decisión como una medida encaminada a formalizar la relación que él mantenía con “la otra”. En vista de que no tenía pruebas con las cuales demostrar que su marido estaba embarcado en una aventura extraconyugal, decidió acosarlo para obligarlo a confesar que ella tenía la razón. El dolor que le causaba la supuesta traición dio paso a una ira desenfrenada y resolvió embestir con una furia propia de un toro de lidia.

Un día se presentó a la empresa donde trabajaba el esposo con el fin de armar un escándalo para que todos en ese lugar se enteraran de su deslealtad. Ahí conoció a una de sus compañeras de labores y observó que era una mujer joven y atractiva. En ese momento, ante los pensamientos que cruzaron su mente ofuscada, resolvió hablar con el director de la compañía; fue a su oficina privada y cuando estuvo frente a él le dijo que debía saber que el esposo de ella y la dama en cuestión eran amantes. La acusación, como es obvio, causó en el jefe de ambos sorpresa y estupor. Lo que ignoraba la mujer celosa era que entre esa muchacha y el director de la empresa existía una relación sentimental. Eran amantes desde tiempo atrás. Él sabía que no había nada entre ella y el esposo de la acusadora. El desenlace de este enredo fue consecuente con la situación: el marido calumniado fue despedido inmediatamente del trabajo, su compañera continuó en el cargo y la relación entre ella y el jefe no se afectó por las acusaciones infundadas.

Después de ver lo que había causado su actitud agresiva, desconsiderada y equivocada, la señora entró en una etapa de arrepentimiento. Empezó a asimilar que había procedido injustamente contra su marido, que lo había acusado falsamente de ser infiel, que por esa razón él había perdido un empleo de varios años y ella misma había hecho el ridículo. Pero ya era tarde. Los hechos estaban cumplidos y no había manera de reversarlos aunque corriera a disculparse y a aclarar que todo lo que dijo fue producto de su imaginación. El daño estaba hecho.

El corolario de esta historia a la que poco le faltó para ser una auténtica tragedia griega, es que el joven regresó a la casa para que su esposa se tranquilizara. Es decir, volvió al infierno del cual quiso salir huyendo. Ojalá él y su mujer puedan superar el problema generado por la celotipia de ella. Yo lo veo difícil sin que acudan a los servicios de un experto terapeuta de pareja que los ayude. La experiencia de otros casos similares revela que después de pasado el arrepentimiento la persona celosa vuelve a las mismas. Esas relaciones tormentosas, si no se toman las medidas adecuadas, terminan mal. Si hay hijos de por medio, son testigos del maltrato entre sus padres y de paso víctimas inocentes. Muchos de ellos, al crecer, van a replicar en sus relaciones lo que vivieron en su casa.

He citado este caso para poner de relieve varios aspectos de suma importancia. El primero es cómo los sueños revelan lo que ocurre en la vida de la persona que sueña. Por eso una de las guías básicas que he enseñado para conocer el sentido de los sueños, es que ellos “identifican la situación que vive el soñador”. El mensaje de un sueño siempre tendrá que ver con las circunstancias particulares de quien lo tiene. Dios, por ese medio, le muestra lo que está ocurriendo en su vida y le señala el camino que debe seguir para tomar la decisión acertada. El segundo, que es menester recordar siempre, es que los sueños se vuelven recurrentes porque la persona se niega a aceptar el mensaje y persiste en una actitud incorrecta e inconveniente.

Tomar decisiones no es fácil, menos cuando el objeto de las mismas es una relación insatisfactoria, que no edifica ni contribuye a la realización personal, que no proporciona felicidad alguna. En muchos casos alguien debe enfrentar un hecho difícil de aceptar: eligió a la pareja equivocada. Decidir que lo mejor para cada quien es continuar por caminos separados, requiere de una voluntad firme y convencida. A veces, como contrapeso para no proceder en ese sentido, influyen en su proceso de reflexión consideraciones como el qué dirán, la comodidad, el temor a la soledad, etc. Por eso prefiere sucumbir y seguir llevando una vida infeliz pero estable con esa persona. Sin embargo, los sueños le recuerdan que su actitud es equivocada, que si prefiere vivir así la culpa no es de Dios por enviarle alguien que no era el complemento ideal para él o ella. Cada quien labra su propio destino y debe asumir con entereza las consecuencias de sus actos.

ACLARACIÓN: Con el fin de evitar malos entendidos quiero aclarar que el avatar de este blog representa medio ojo cerrado y medio ojo abierto. No tiene ninguna simbología de carácter esotérico o religioso. Solo quise expresar por medio de él que Dios siempre está pendiente de nosotros, estemos despiertos o dormidos.

Candy Delgado

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